Por Nicole Salvatierra León
Lejos de este punto del planeta, entre India y China, existe el lugar más feliz del mundo. Se trata de Bután, un reinado del Himalaya que, en vez de medir el desarrollo en pesos, optó por calcular el crecimiento espiritual de las personas.
Es así como, mientras los informes convencionales hablan de Producto Interno Bruto (PIB), en esta zona budista asiática prefieren usar el indicador de Felicidad Nacional Bruta (FNB).
Una fórmula que no se queda en la teoría. En Bután, donde están garantizados derechos como la salud y la educación, las constantes encuestas confirman que el 97 por ciento de la población se define como una persona feliz.
“El FNB ayuda al desarrollo de los países, porque es un desarrollo holístico que se enfoca en la economía, la salud, el medioambiente, en la sicología, las comunidades”, ha dicho en entrevistas el ministro de Felicidad de Bután, Dasho Karma Tshiteem, quien llega hoy a Chile.
El asiático, que será recibido esta tarde por el canciller Alfredo Moreno, expondrá este fin de semana en el Primer Encuentro de las Relaciones Saludables y la Felicidad, evento que se realizará en el Parque Araucano.
LA FELICIDAD
Bután es una zona de tradición budista que se rige por una monarquía parlamentaria. El término “Felicidad Interna Bruta” fue acuñado por el rey Jigme Singye Wangchuck en 1972. A través de este indicador, el monarca intentó acabar con la pobreza económica de su país.
El concepto FNB está basado en el precepto de que el verdadero progreso humano se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual.
Además, el indicador se sostiene en cuatro pilares: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medioambiente y el establecimiento de un buen gobierno.
Para los butaneses, la acumulación de bienes materiales no garantiza ninguna felicidad. Al contrario, la perciben como una semilla de mal que provoca la autodestrucción de la tierra y de la humanidad.
Una cosmovisión que se opone a la cultura occidental, donde la sociedad entiende el bienestar económico como sinónimo de plenitud.
Dicen que en todas partes del mundo hay un chileno. Incluso, en lugares tan recónditos y desconocidos como Bután. El joven arquitecto Pablo Ramírez estuvo ahí hace menos de un año y, según dice, quedó “impresionado”. “Con mi hermano, de viaje a India, vimos en el mapa este lugar tan pequeño. Pregunté y me dijeron que Bután era ‘un reinado budista donde el rey se preocupa de cada uno de sus habitantes’”.
Para Pablo Ramírez, llegar hasta esta zona budista fue toda una travesía. “El avión tiene que ladearse para poder meterse entremedio de los cerros (...), te bajas y te encuentras con un lugar donde todos son muy hospitalarios, muy afiatados a su tierra. Son todos felices, te puedes acostar con el dinero suelto y nadie te va a robar”.
“Son así porque tienen salud y educación gratis. Los oficios son muy valorados, el arte, el tejido, la escultura (...), los niños trabajan de muy chicos el arte. Además, son buenos pa’ la talla, muy alegres. Lo recalco: es un lugar muy hospitalario, el más lindo en el cual he estado”, confiesa este viajero.
Ramírez lamenta que, cuando les hablaba a los butaneses de Chile, ellos no entendían cómo no existían garantías como las de allá ni menos “la destrucción de la naturaleza”.
Lejos de este punto del planeta, entre India y China, existe el lugar más feliz del mundo. Se trata de Bután, un reinado del Himalaya que, en vez de medir el desarrollo en pesos, optó por calcular el crecimiento espiritual de las personas.
Es así como, mientras los informes convencionales hablan de Producto Interno Bruto (PIB), en esta zona budista asiática prefieren usar el indicador de Felicidad Nacional Bruta (FNB).
Una fórmula que no se queda en la teoría. En Bután, donde están garantizados derechos como la salud y la educación, las constantes encuestas confirman que el 97 por ciento de la población se define como una persona feliz.
“El FNB ayuda al desarrollo de los países, porque es un desarrollo holístico que se enfoca en la economía, la salud, el medioambiente, en la sicología, las comunidades”, ha dicho en entrevistas el ministro de Felicidad de Bután, Dasho Karma Tshiteem, quien llega hoy a Chile.
El asiático, que será recibido esta tarde por el canciller Alfredo Moreno, expondrá este fin de semana en el Primer Encuentro de las Relaciones Saludables y la Felicidad, evento que se realizará en el Parque Araucano.
LA FELICIDAD
Bután es una zona de tradición budista que se rige por una monarquía parlamentaria. El término “Felicidad Interna Bruta” fue acuñado por el rey Jigme Singye Wangchuck en 1972. A través de este indicador, el monarca intentó acabar con la pobreza económica de su país.
El concepto FNB está basado en el precepto de que el verdadero progreso humano se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual.
Además, el indicador se sostiene en cuatro pilares: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medioambiente y el establecimiento de un buen gobierno.
Para los butaneses, la acumulación de bienes materiales no garantiza ninguna felicidad. Al contrario, la perciben como una semilla de mal que provoca la autodestrucción de la tierra y de la humanidad.
Una cosmovisión que se opone a la cultura occidental, donde la sociedad entiende el bienestar económico como sinónimo de plenitud.
Dicen que en todas partes del mundo hay un chileno. Incluso, en lugares tan recónditos y desconocidos como Bután. El joven arquitecto Pablo Ramírez estuvo ahí hace menos de un año y, según dice, quedó “impresionado”. “Con mi hermano, de viaje a India, vimos en el mapa este lugar tan pequeño. Pregunté y me dijeron que Bután era ‘un reinado budista donde el rey se preocupa de cada uno de sus habitantes’”.
Para Pablo Ramírez, llegar hasta esta zona budista fue toda una travesía. “El avión tiene que ladearse para poder meterse entremedio de los cerros (...), te bajas y te encuentras con un lugar donde todos son muy hospitalarios, muy afiatados a su tierra. Son todos felices, te puedes acostar con el dinero suelto y nadie te va a robar”.
“Son así porque tienen salud y educación gratis. Los oficios son muy valorados, el arte, el tejido, la escultura (...), los niños trabajan de muy chicos el arte. Además, son buenos pa’ la talla, muy alegres. Lo recalco: es un lugar muy hospitalario, el más lindo en el cual he estado”, confiesa este viajero.
Ramírez lamenta que, cuando les hablaba a los butaneses de Chile, ellos no entendían cómo no existían garantías como las de allá ni menos “la destrucción de la naturaleza”.
Monica
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LLENAS DE AMOR Y LUZ
UN MILLÓN DE BENDICIONES PARA TI
SHANSI KA
AIAM
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